viernes, 29 de octubre de 2010

De la pérdida

Pérdida es el reverso de haber poseído.
Si no considerasemos las personas como algo nuestro, veríamos su ausencia de otro modo.
A cierta edad, nos damos cuenta de que las rabietas, los dolores, los egos heridos, no eran sino la consecuencia de la vida misma.
Venimos al mundo sin nada, y como en un juego, no odemos considerar haber pérdido, ya que nada traíamos.
Hemos consderado nuestro al amigo, al marido, a los padres, a los hijos.
Todo lo hemos considerado nuestro: hasta la vida.
Es lógico. Nuestra debilidad como seres solitarios, nos es ajena. Somos animales sociales, pero nos hemos confundido entre la necesidad de compañía y la pertenencia.
Venimos al mundo para marcharnos de él, y a nuestras vidas se suman personas y desaparecen de nuestras vidas de igual modo que se sumaron.
Si la capacidad de amar superase a la de poseer, no sufriríamos tanto a la hora de la despedida. Y no me refiero a la muerte sino al inicio de un camino que acaba separándonos de una manera u otra y por los más diversos motivos.
No defino cual puede ser el más triste. El del amigo que se vá voluntariamente o el del amigo que nos deja por motivo de haber errado con él. También está el de aquél que ya no te considera tal
por elección personal. Y así, hasta una larga lista de motivaciones generales o por simple destino.
Ahora que creemos "ser dueños de nosotros mismo" con un desorbitado afán, con un impensado e impensable "derecho natural",
volvemos a errar porque en todo tiempo existió la burra uncida a la noría y con una zanahoría por motivación.
Nada se pierde, todo se transforma.
Lo curioso es que, un ser humano manifestó algo sabio, pero no lo aplícamos.
¿Nos duele la pérdida porque considerabamos nuestro lo que perdíamos, o porque lo amabamos?