jueves, 26 de marzo de 2009

Failure

Una noche más que el sueño no escucha mis llamadas.
Mañana estaré con cara de zombi y desganada. Pobre amiga mía la que le espera. Porque hemos quedado en vernos y almorzar juntas, pasear por la arena morena malacitana y contarnos nuestras penas y glorias, nuestros amores y desencuentros. Desencuentros que en los tiempos actuales menudean más que los amores. Y es que nos vamos desencantando. Quizás porque la selección se torna más y más extricta.
Vamos aprendiendo a desguazar, a sortear lo que no nos satisface, lo que nos causa
disgusto. Y con el disgusto viene siempre asido el sufrir. Y con cada día deseamos sufrir menos. ¿Y quien no?. Nos asiste el derecho a la felicidad. Esa felicidad que debería ser una asignatura universal y a la que todos aspiramos y la que con tanta maña eliminaron del calendario de actividades. Aún hoy siguen decididos en sus discursos a hacernos creer que el sufrir es natural, que debemos reaccionar con entereza ante él. Claro que esto lo manifiestan aquellos que son felices gracias a nuestra obediencia y sumisión.
A la mayoría nos cuentan del padecer de Jesús que debemos imitar. Es triste no poder abofetear a placer a quienes con un cinismo sin parangón predican tales barbaridades.
Supongo que al pobre ser no le gustó un ápice sufrir. Se lo hicieron y punto. Separaron y separan bien el polvo -que somos nosotros- y ellos se adjudican la paja.
Ricos y listos. Qué más se puede pedir.
Mañana, no obstante será como siempre que mi amiga y yo nos encontramos. Esto es placentero y abundante en intercambios de opiniones, mimos, música y la mejor de las alegrías.

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